Voy a cuidar de ti | Sybil | FB

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Mensaje por Ángel Sáb Dic 03, 2022 5:20 pm

Musa era una olla a presión y la temperatura en su interior había subido tanto que era imposible mantenerse en ella por más teoría de la rana que se conociera. Nadie era capaz de cocerse sin saberlo cuando la temperatura aumentaba de modo tan veloz y Ángel no quería ser quien permaneciera en su interior por lealtad hasta echar en falta los pulmones. Dicho de otro modo, la escalada de tensiones y violencia, la supervisión exagerada de su padre y la sensación de que todos los ojos estaban puestos en él no era algo que el muchacho estuviera dispuesto a aceptar ni aquello con lo que deseara vivir. Tenía 19 años y siendo apenas mayor de edad por un año y rebelde por cinco, finalmente Ángel tomó la decisión de ser él mismo el dueño de su propio destino. Una noche sin luna decidió escabullirse por primera vez del control parental y vagó por las calles durante días hasta finalmente convencerse de que había conseguido huir y alejarse de la mirada fría y juiciosa de su padre. No tenía claro dónde ir pero sabía dónde no quería ir. Iría a cualquier lugar, cualquier ubicación le servía. Y le serviría mientras la temperatura de la olla no sobrepasara lo que estuviera dispuesto a soportar. Fue así como llegó al Anzuelo o, al menos, a los límites de esa zona con el resto del mundo.

En un principio le llamaron la atención sus habitantes, tan distintos a los de su Musa natal. No había presiones, malas miradas u obligaciones sino que todos ellos parecían obrar por propio gusto y acuerdo. No había ojos observándole en cada esquina y la muerte era una opción, no una obligación. Ángel ni siquiera recuerda por qué fue aceptado, pero antes de darse cuenta de lo que sucedía se encontraba en pleno muelle compartiendo bebida con otras personas que no le resultaban del todo desconocidas y siendo alabado por su trabajo, que solía consistir en transportar peso o vigilar al bueno de Rophs, aficionado y travieso escapista en cuanto había apuestas en juego.

Desde bien pequeño, Angel no había pensado que hubiera vida más allá de su encierro y de su entrenamiento pero la vida en el Anzuelo le demostró que sin duda había muchos tonos entre el negro y el blanco. Había muchos tipos de personas en el mundo y no todos querrían capturarle para seguir las órdenes de su padre. No todos querían hacerse daño entre ellos y no todos querían poner fin a la libertad de otros. El Anzuelo le había enseñado un modo distinto de vivir y mientras Angel empinaba la que seguramente debía ser su quinta cerveza, se permitió sonreír. Se había sentado en mitad de la plaza, junto a otros estibadores, e incluso había permitido que una mujer le sacara a bailar y que un hombre le invitara a otra copa cuando ya había tenido suficiente con las suyas. Para Angel, los comportamientos festivos tenían sus límites y mientras terminaba el contenido de su jarra decidió que ése había sido el suyo. Despidiéndose de quienes le rodeaban, se metió las manos en el bolsillo y escondió la barbilla en el cuello alto de la camisa negra que llevaba, pues el frío empezaba a notarse debido a las altas horas nocturnas. Estaba dispuesto a volver a su hogar temporal, olvidarse de la fiesta, de su dificultad para caminar en línea recta y por fin echarse una cabezada, pero algo que contempló por el rabillo del ojo le hizo detenerse cuando se encontraba en mitad de la calle que llevaba a las residencias.

En un inicio pensó —en una mala jugada de su cerebro— que se trataría de un enemigo de Musa, pero ningún enemigo poseía aquellas curvas sensuales ni se movía de modo tan atrayente. Como un bobo, permaneció quieto en mitad de la calle contemplando a la mujer que surgió con facilidad de uno de los callejones oscuros. La conocía porque había trabajado para ella pero a la vez nunca había cruzado una palabra con Sybil, una de las mujeres más poderosas del Anzuelo, quizá la que más. El cuerpo sirénido de la mujer fue acercándose a él poco a poco hasta que finalmente notó como alargaba una de sus manos hacia sí. Sus dedos fuertes tomaron el cuello de la camisa de Angel y tiraron de él hacia abajo, “desenmascarándole” y dejando a la vista parte de su cuello. La nuez de adán se movió en sincronía con su saliva cuando tuvo que tragar, tomado por sorpresa por el aura atrayente de aquella mujer. No fueron necesarias las palabras porque Angel supo lo que aquella diosa quería y estuvo dispuesto a dárselo. Tragó de nuevo y se esforzó por verbalizar, no obstante, lo que sus ojos, trazando el contorno de la figura femenina, no parecían querer decir.

Nunca he…

¿Nunca había qué? Angel se había acostado con varias mujeres incluso antes de alcanzar su mayoría de edad. También lo había probado con varios hombres y en ocasiones, escasas, incluso había participado en fiestas en las que ya ni siquiera sabía de qué género pertenecía la persona que le estaba metiendo la lengua hasta la campanilla. ¿Por qué entonces había sentido la necesidad de advertirla? Porque nunca había estado con alguien que pareciera haber emergido del mismísimo infierno habiéndolo conquistado. Sybil parecía tener el mundo a sus pies y así se movía, como si no compartiera el mismo origen con el resto del mundo. Angel nunca había estado ante alguien así y tampoco se había sentido nunca atraído hacia la idea de pasar la noche con alguien capaz de vencer al mismísimo Satanás. La mano que le había agarrado del cuello de la camiseta seguía firmemente tirando de él hacia abajo, luchando contra la diferencia de altura de ambos, y Angel sintió que se deshacía cuando aquellos labios carnosos y rosados se cernieron sobre los suyos, absorviéndolos y haciendo desaparecer sus dudas y temores. Sybil iba a cuidar de él e iba a ser muy cariñosa en el proceso.
Ángel
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Mensaje por Sybil Blackwood Dom Dic 04, 2022 12:49 am

—¡Así es como bebe una buena capitana!

—¡Seguro que naciste de un barril de Ron, Blackwood!

—Sobre todo porque cómo iba a salir una niña tan bonita de un padre tan feo, ¡el Jefe no nos la cuela!

Aquella última frase, pronunciada entre cánticos y alabanzas como todas aquellas que se estaban intercambiando en la puerta de la taberna, casi la hizo reír y que su garganta rechazase el ron que estaba derramando en el aire desde la botella directamente a sus labios, pero recobró la compostura y pudo acabarla, lanzando un agudo grito al aire, el típico de las mujeres de Saorsa, haciendo que todos estallaran en carcajadas, vítores y aplausos. Incluso el fuego de las hogueras encendidas frente a la taberna, junto a los muelles donde atracaban algunos de los barcos pesqueros. La noche había comenzado con la celebración de una simple buena noticia, la apertura de un nuevo negocio en aquella línea de la costa, pero las cosas en el Anzuelo funcionaban así: no había celebraciones pequeñas. Cualquier pequeña buena noticia, e incluso mala, se celebraba hasta el amanecer. Y la hija del líder de los Saorsa, la banda que dirigía el Anzuelo, no podía perderse la fiesta. No la habrían dejado escaquearse aunque hubiese querido.

—Ya os he demostrado cómo se bebe, ¿vais a dejar que me vaya?—preguntó aquello fingiendo molestia, pero sus carnosos labios dejaban paso a sus blancos dientes en una enorme sonrisa que brillaba junto con sus ojos. Arrugó la nariz llena de pecas, y rió cuando claramente la respuesta a su pregunta fue negativa—. ¡Solo acepto una última petición! Mañana no seré menos dura con vosotros porque tengáis resaca, lobos de mar.

—¡Canta, Sybil!

Juraría que una de la decenas de voces que gritaron aquello fue la de su propio padre, que siempre parecía querer mantenerse serio en aquellas reuniones, cuidando de todo el mundo, pero no podía evitar disfrutar. La voluptuosa chica suspiró pero comenzó a seguir con la punta de sus botas de tacón ancho el ritmo de los violines, tambores y panderos que llevaban sonando toda la noche. Su voz se unió al baile de las chicas que giraban en torno a la hoguera, eligiendo acompañantes para su danza. Sybil no dejó de cantar aquella canción en gaélico que su padre le había enseñado y que provenía de tiempos aún anteriores al Antiguo Continente, pero sus ojos verdes recorrían todo y a todos, viendo cómo las figuras se volvían una con el mar, el viento y el fuego. Al cabo de unas cuantas vueltas a las hogueras, sus ojos se fijaron en una figura en concreto. Había visto aquel chico en los muelles, y no se había fijado especialmente en él más allá de por su tamaño y su disposición a trabajar, pero ahora, con aquella timidez mezclada con euforia tan característica de quien disfrutaba del Anzuelo por primera vez, el interés brilló en las pupilas de la pelirroja. Cuando acabó la canción con un último grito global al cielo, la capitana del Moray hizo una reverencia, como una artista después de la función, y se ajustó el abrigo de cuero que igualmente volvió a caer, dejándole los hombros al descubierto sobre el ajustado vestido lleno de cintos y bolsitas de cuero, igual que sus ligueros atados a sus carnosos muslos. De un salto, bajó grácilmente del barril donde la habían subido para el espectáculo, y se escabulló entre la gente cuando vio cómo el chico moreno lo había hecho también. Lo último que vio de la fiesta fue a Achilles dirigiéndole una mirada de reproche, ante la cual se encogió de hombros y le sacó la lengua.
No fue difícil alcanzar al chico, lo encontró de camino a las residencias de los nuevos trabajadores. Mejor, se ahorrarían camino. Sybil retiró el abrigo de su cuerpo para ponerse la mano en las caderas, aún más acentuadas gracias al corsé que marcaba su cintura.

—He atrapado al misterioso extranjero con la guardia baja, ¿cuál es mi premio?

Podía notar el nerviosismo ajeno conforme se le acercaba, pero también podía notar su mirada recorriéndola, un brillo de deseo despertándose. Si no fuese así, la chica ni se habría acercado. Podría ser fogosa, pero jamás se aprovecharía de la embriaguez de nadie. Sus manos llegaron hasta él y recorrieron su pecho hasta poder asir las solapas de su camisa, abriendo esta ligeramente junto a su chaleco de cuero, acercándose así a su cuerpo y al mismo tiempo inclinando su enorme cuerpo para quedar a su altura, apenas rozando los labios con los suyos.

—¿Nunca has…? Oh, no te preocupes, en el Anzuelo todo es como la primera vez.

Atrapó sus labios con los propios por fin, y el fuego se extendió por el cuerpo de ambos. Sus manos bajaron hasta encontrar una de las ajenas, uniéndolas para llevarlas a su cadera y así darle confianza para rodear su cuerpo mientras ella usaba la diestra para recorrer su cuello con los dedos, hasta hundir los dedos en su espeso pelo oscuro.

—Tu nombre es Angel, ¿verdad? No hace falta que me lo digas, prefiero que digas el mío durante toda la noche. Sybil~ —canturreó su propio nombre con voz melosa cerca de su oído, haciendo el amago de atrapar su lóbulo entre los dientes— Vamos, llévame a tu habitación, no querrás que todo el Anzuelo nos encuentre aquí…

En cuestión de minutos, Sybil tenía la espalda contra una no muy gruesa puerta de madera, su abrigo había quedado olvidado y su vestido tapaba ya poco al tener las piernas rodeando el ancho cuerpo ajeno, con sus brazos sobre sus enormes hombros y una sonrisa en los labios al tener los ajenos hundidos en el cuello y arrancándole rojizas marcas de ardiente deseo a su piel.
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Mensaje por Ángel Dom Dic 04, 2022 1:17 am

Sybil parecía un nombre lo suficientemente difícil de pronunciar estando embriagado como para que de camino a la habitación, Angel no hubiera dejado de pronunciar un “Syb” ronco y alimentado por su propio placer y expectación. Mientras ambos avanzaban por la calle resistiendo las ganas de desvestirse mientras se acariciaban mutuamente por debajo de la ropa, Angel fue consciente de que había olvidado cualquier cosa que ella le hubiera dicho previamente a aquel encuentro (a excepción de su nombre, que pronunciaba entrecortado y acortado). No sabía si la mujer que tenía ante sí era una sirena o alguien le había echado algo en la bebida, pero Angel podía únicamente sentirse atraído por ella, embriagado de su presencia y aferrado a sus generosas curvas. Ella le seguía gustosamente y aceptaba todos y cada uno de sus avances, siempre guiándole hacia su habitación. Quizá, sin la responsabilidad de ella, Angel la hubiera tomado en aquel mismo momento.

Sintió que le faltaba el aliento cuando finalmente ambos llegaron a la habitación. Cerrando tras de sí, apoyó la espalda de la mujer contra la pared y repartió besos por su piel, húmedos y tibios en contraste con la elevada temperatura de la dermis de ella. Angel rodeó con sus manos los muslos de ella y tanteó la parte trasera de su rodilla antes de rodearla con los dedos y elevarla, pegando el muslo cálido de la mujer a su propia cadera. Besó y repartió pequeños mordiscos por su piel y fue descendiendo poco a poco, siendo especialmente generoso con sus senos, visibles a través del generoso escote de la mujer. Pese a su interés por aquella parte carnosa, Angel no la desvistió. Siguió descendiendo hasta llegar al culote que llevaba la capitana y, entonces sí, se agachó para proceder a desabrocharlo.

En el momento en el que miró hacia arriba, fue consciente de que su excitación hacia ella era compartida. Sybil le devolvió una mirada posesiva, como si el hecho de tenerle a él agachado frente a sí fuera motivo de júbilo. Era justamente eso lo que Angel no había experimentado nunca. La sensación de querer ser arrastrado por un ciclón imparable en vez de ser él quien llevara la voz cantante. Quería ver a aquella mujer explotando de placer entre sus manos y a la vez quería saber que estaba satisfaciéndola, que ella supiera que todo aquello era sólo para su placer. Fue una sensación extraña que seguramente le habría nacido debido al alcohol, pero Angel decidió que no importaba su propio placer en cuanto descendió el pantalón de la pelirroja. Suspiró sobre la ropa interior de la mujer a la altura de su monte de Venus y posó un pequeño beso sobre la tela hasta notar el temblor placentero de ella.

Fue entonces cuando se levantó de nuevo, le rodeó el rostro con las manos y la besó posesivamente, demostrándole que estaba allí para ella. Que iba a darlo todo aquella noche para que Sybil jamás fuera a olvidarle.

O me llevas a la cama ahora mismo o no creo que pueda resistirme a seguir con esto aquí mismo —susurró contra sus labios antes de volver a lanzarse sobre ella para devorárselos.
Ángel
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Mensaje por Sybil Blackwood Dom Dic 04, 2022 6:47 pm

Si Sybil se había dejado engañar en algún momento por la actitud tímida de aquel chico en un primer contacto, estaba descubriendo cómo de equivocada podía llegar a estar, y se vio a sí misma recordándose que su impresión de las personas no solía fallar. Allí, con su pierna en la cadera del moreno, con sus dedos recorriéndole la piel y haciéndola arder en cada roce al igual que sus labios hacían en su cuello, tuvo claro aquel muchacho retraído tenía una mecha que claramente Sybil había sabido encender. Sus dedos viajaron por sus hombros conforme el más alto se arrodillaba, un gesto que la hizo sonreír mordiéndose el labio inferior con deseo.

—Estás aún más guapo así…— murmuró, ladeando el rostro y moviendo el cuerpo acorde a lo necesitado para ir desnudándola, mientras sus dedos se hundían entre los mechones de pelo ajeno, donde se pararon un segundo cuando notó aquel beso arder sobre su zona sensible, haciéndola echar la cabeza hacia atrás, sus bucles rojos como el fuego desparramándose por su espalda—. Ah~...

Hasta ahora los cortos jadeos que podían oírse en la pequeña habitación eran los del chico, repitiendo aquella abreviatura de su nombre que comenzaba a sonar tan bien, pero ahora el suave gemido de la chica se unía a los sonidos jadeantes, a los besos y los sonido de la tela conforme menos y menos prendas cubrían sus cuerpos. Las definidas caderas de la pelirroja se movieron de forma casi hipnótica, respondiendo a aquellas atenciones, demandando más. Una de sus rodillas se flexionó, sus muslos cruzándose ligeramente y volviendo a rozar el rostro de Angel, apenas en una caricia, pero dejando claro por dónde quería que siguieran aquellas dedicadas caricias. Una suave risa abandonó sus labios, su rostro ladeándose para volver a mirar al chico casi con ternura ante sus palabras.

—No me parece una mala idea, que lo hagas aquí mismo, arrodillado…—sus dedos rozaron la enrojecida mejilla del chico, alzándole el mentón para dedicarle un último atisbo de su sonrisa antes de separarse de él, bajándose los tirantes del vestido y dejando sus hombros y escote al descubierto—.Pero se me ocurren otras cosas interesantes que hacer sobre esta cama…

Sin detenerse, se acercó hasta el colchón, de espaldas a los ojos que sabía bien que la estaban observando. Desató su corsé y lo dejó caer, al igual que su vestido, que bajó por su cuerpo, parándose en sus generosas caderas hasta que movió estas y la prenda cayó sin ruido. Ahora, con nada más que la ropa interior tapando su piel, con aquel corsé interior que terminaba en la prenda que Angel había besado, a la cual se unían los ligueros que mantenían las medias sujetas a sus suaves muslos, se sentó sobre la cama, encarándolo de nuevo, y poco a poco se recostó hacia atrás, sin dejar de mirarlo e invitándolo con la mirada. Cuando el moreno se echó sobre ella, su peso la reconfortó, la elevada temperatura de su cuerpo uniéndose a la propia y sus labios contra los suyos de nuevo, arrancando de ellos fogosos besos y mordiscos. Sus delicadas manos envolvieron su rostro un segundo y tras un mordisco a su labio inferior, lo separó de ella, mirándolo un momento a los ojos mientras los dedos de su diestra se deslizaban por su espalda, bajándole la camisa. Arqueó la espalda sobre aquel colchón, y se aseguró de que su cuerpo se contornease y moviese contra el ajeno cuando con habilidad desabrochó sus pantalones. Las cálidas delicadezas de sus cuerpos se encontraron en suaves caricias, y pudo notar la excitación ajena apretada contra su muslo, que la hizo relamerse.

—¿Crees que podrás seguir con lo que estabas haciendo o estás demasiado…desconcentrado?— arqueando una ceja, guió los movimientos ajenos de nuevo hacia aquella zona que había sido atendida antes, y ahora reclamaba más, pero la pregunta tenía cierto tono sincero. No era el primero que en mitad de una borrachera había sucumbido antes de tiempo con un par de atenciones de la pelirroja. Pero aquel chico parecía tener aguante de sobra—. Enséñame las maravillas que hacen tus labios…
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Mensaje por Ángel Dom Dic 04, 2022 7:20 pm

Los ojos de Angel recorrieron con aprecio todo el contorno del cuerpo de la mujer, quien aparentemente se había deshecho de cualquier rastro de pudor que hubiera podido llegar a poseer. Lo suyo habría sido seguirla hasta la cama, pero Angel permaneció unos segundos en su lugar, de espaldas a la pared, comiéndosela con la mirada y deseándola como nunca había deseado a nadie más. Se relamió los labios y finalmente se atrevió a seguirla, como una polilla atraída por la luz. Se inclinó sobre el colchón y apoyó sus manos sobre él, a lado y lado del cuerpo de Sybil, mientras le dedicaba una mirada fácil de interpretar: la estaba esperando. O más concretamente, estaba esperando sus sutiles gestos, cualquier indicación de que podía seguir adelante como lo deseaba. Y Sybil no le decepcionó tampoco en ese aspecto: con una sonrisa confiada, le preguntó si podría seguir adelante o si se encontraba demasiado “desconcentrado”, algo a lo que Angel respondió con una sonrisa socarrona.

No conoces mis fortalezas ni mis limitaciones, pero me voy a encargar de que después de esta noche te quede claro el tipo de persona que soy —le susurró. Su expresión cambió durante unos segundos y más que un muchacho de los muelles pareció un asesino despiadado seguro de que podría alcanzar a su presa. Al darse cuenta de aquel cambio, Angel se acercó al oído de Sybil y susurró sobre él—. Puedo con “todo”. —Antes de que ella pudiera responder, Angel finalmente se apartó de ella para agacharse. Se arrodilló en el suelo de madera de la habitación y atrajo hacia sí a la mujer tirando de sus muslos, haciendo que pasara de estar estirada en la cama a un poco más inclinada hacia el límite del colchón. Una vez allí, suspiró de nuevo contra su ropa interior y se encargó de deslizarla hacia abajo mientras su rostro se veía arrinconado por las ligas de las piernas de ella. Deslizó la prenda interior lo suficiente como para tener libre acceso al dulce tesoro que había estado buscando y una vez frente a él, lo probó sin mayor aviso, degustándolo con intensidad y disfrutando del gemido que aquello hizo despertar en la mujer.

Pese al ímpetu que había mostrado en primera instancia, poco a poco sus atenciones sobre el clítoris de la mujer fueron pasando a ser menos fogosas y más delicadas, con más espero. La excitó lo suficiente como para notar la humedad de ella contra su rostro y una vez entonces empezó a descender, internándose aun más en su intimidad. Con una de sus manos acarició la piel de los muslos de ella, temblorosos mientras su lengua se encargaba de darle placer. Con la otra, se ayudó para estimularla, temblando él mismo ante el placer que sabía que le estaba regalando a ella. Al pasar los minutos, la mandíbula empezó a dolerle a causa de las atenciones que le brindaba pero nada de aquello le detuvo, sino que le generó una atracción aun mayor. La corriente se deslizó hacia su bajo estómago y finalmente hacia su entrepierna y Angel no pudo evitar soltar un gemido él mismo debido a la falta de atención que estaba recibiendo su propio miembro, despierto bajo su ropa interior y deseoso de hundirse en el néctar que su boca probaba.

Angel elevó la mirada hacia la mujer y le fue difícil diferenciar su rostro, pues debido a la oscuridad, a los senos erguidos de ella y a la postura que había adoptado su expresión era casi invisible. Decidió, por tanto, inclinarse de nuevo y apoyarse de nuevo contra ella, dejando que fuera su mano la que le brindara el placer que Sybil necesitaba. Él, por su parte, inclinó su barbilla contra el oído de ella y de nuevo susurró, aunque en aquella ocasión sus palabras fueron más necesitadas, menos valientes. Sentía que si ella no aceptaba, Angel podría morir allí mismo.

Necesito hacerte mía.
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Mensaje por Sybil Blackwood Dom Dic 04, 2022 10:38 pm

Fue sutil, como una sombra que cruzó por el rostro de Angel, pero Sybil supo ver aquel cambio. En su mirada, en su postura, y hasta en su voz, y por un momento se le erizó el vello mientras sus labios se curvaban de nuevo en una sonrisa. Aquel lado dominante no le habría disgustado, pero disfrutó mucho más al apreciar cómo su expresión volvía a suavizarse, y hasta su peso sobre ella cambiaba. Volvía a estar moldeable, adaptado a ella, y eso la excitaba hasta límites insospechados.

—¿”Todo”? No me importaría ver ese todo…—la pelirroja casi no pudo terminar la frase, pues un firme movimiento la colocó al borde del colchón, sus manos teniendo que apoyarse sobre este más atrás de su cuerpo. La expectación se reflejaba en sus ojos y su sonrisa, y aunque fue a añadir algo más, a pronunciar su nombre, la expresión quedó interrumpida por completo por un jadeo sorprendido que puso todo su cuerpo en pleno estado de excitación por el repentino estímulo entre  sus muslos—. Oh, Angel…

Su nombre salió de entre sus labios repetidas veces en aquellos minutos, y si bien lo hizo entre jadeos y gemidos, no era de forma entrecortada. No era una petición ni una simple expresión, era la forma de alentar al mayor a que siguiera, como si la forma en la que su cuerpo reaccionaba no fuese suficiente. Sybil dejó caer la cabeza hacia atrás con un nuevo gemido, y sus muslos se cerraron ligeramente en torno al rostro ajeno unos segundos como reflejo ante el estímulo en el centro de su placer, que respondía con cálidos y contínuos latidos contra la lengua y labios ajenos. Le instó a seguir así, mientras sus caderas se movían ligeramente para seguir aquel ritmo y buscar las atenciones en lo más hondo de ella. Era mucho, y necesitaba más al mismo tiempo.
Angel se paró un momento, y aquello la hizo fruncir el ceño, aún con los ojos cerrados, la cabeza hacia atrás y una de sus manos en su propio pecho, estimulándose para acompañar el placer mientras sus pies se arqueaban ante las oleadas que amenazaban por llegar al climax en su interior. Y ocurrió, vaya si ocurrió, cuando de pronto el chico retomó su labor, pero con la sorpresa de que fueron sus hábiles dedos los que ocuparon el lugar de su boca. El cambio de la suavidad de sus labios y su lengua a la aspereza y la fina movilidad de sus dedos terminaron por tensar todo su interior, una oleada de calor viajando del núcleo de su ser hasta cada milímetro de su cuerpo, que se arqueó al tiempo que un gemido abandonaba su garganta con claridad y la dejaba jadeante. Le costó registrar las palabras ajenas, pero le fue suficiente con volver a mirarle para entender que ella se había aliviado una vez, pero el pobre chico estaba a punto de explotar. Se inclinó hacia delante, cogiéndole de la barbilla para volver a besarle con ganas, mordiendo sus labios antes de susurrar sobre elos.

—¿No aguantas más…?—sonrió contra sus labios y tiró de él para que se levantara, terminando de bajar sus pantalones y su ropa interior, y sin poder reprimir admirar toda su anatomía, pasándose la punta de la lengua por los carnosos labios—. No te reprimas más…

Ella misma tiró de él y retrocedió en el colchón, subiendo las piernas a este y deshaciéndose de la fina ropa interior que había quedado a la altura de sus rodillas. Con un contoneo que fue la pura demostración de su sensualidad, se colocó sobre las rodillas y las manos en el colchón, bajando ligeramente el pecho para dejar alzados los muslos, las cadera y el trasero, en una postura que sabía con conocimiento de causa que volvía locos a los hombres, no solo por las vistas, sino porque disfrutaban más y durante más tiempo. Para completar aquella visión, giró el rostro, mirando a Angel por encima de su propio hombro y la mata de cabello rojo que terminaba de enmarcar sus facciones. Sybil tenía el aspecto de la más irresistible y letal sirena del océano.
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Mensaje por Ángel Dom Dic 04, 2022 11:04 pm

Angel pegó su pecho a la espalda de Sybil en cuanto ésta se dio la vuelta, agachándose de modo que su trasero quedara alzado y él pudiera tener bien visible su parte de mayor esplendor. Mientras la mantenía bajo sí, juntó su cadera con la intimidad de la capitana para que en sus labios inferiores ella pudiera notar la envergadura de Angel, erguida y expectante de ser introducida en su interior. Pese a la excitante sensación que les embargó a los dos, no era ésa la intención de Angel pegándose a ella sino la de alargar la mano hacia su mesa para encontrar en ella un paquete de preservativos que había dejado en su cajón. Bueno, la realidad era que una de las mujeres del Anzuelo se la había regalado no mucho tiempo atrás y Angel ni siquiera se había acordado de que los tenía allí hasta ese momento.

Buscando jugar con la mujer, el mayor movió sus caderas y fingió una pequeña embestida únicamente para arrancarle a Sybil un gemido quedo de anticipación, algo que le dibujó una sonrisa torcida en los labios. Una vez con la caja de preservativos en las manos, Angel extrajo uno de ellos y preparó con rapidez mientras contemplaba a Sybil, como si la mera visión de su espalda desnuda y el cabello rojizo cayéndole por ella como una cascada no hiciera que su miembro latiera con ganas contra su mano. Una vez preparado, la contempló de reojo: Sybil cerró los ojos de modo anticipativo, pero a diferencia de otros hombres con los que había estado ella, Angel decidió cambiar de posición.

Tomándola por el hombro tiró de ella para que rodara por la cama y quedara con la espalda contra el colchón, tal y como se le había mostrado anteriormente. Angel se acercó a sus labios y los besó con fuerza, bebiendo de ellos, antes de explicarse con rapidez:

Mejor así. Quiero verte en todo tu esplendor. —Seguidamente descendió sus besos por el cuello de ella hasta terminar sobre su pecho, introduciendo su nariz entre ellos. Con las manos acomodó la parte baja del cuerpo de Sybil y se colocó entre sus piernas flexionadas, guiando su miembro hacia la intimidad húmeda de la mujer. Palpó su entrada y empezó poco a poco a introducir la cabeza de su miembro mientras sus ojos, oscuros y teñidos de pasión y deseo, se hallaban fijos en Sybil y en todas sus expresiones. Diablos, no sabía qué le había hecho esa mujer, pero no quería dejar de verla—. Avísame si te duele. A veces… Hay… Quejas sobre su tamaño —mencionó Angel, recobrando la timidez de la que había hecho gala al inicio de aquel encuentro.

Había tenido quejas y también había tenido reproches de mujeres que le habían asegurado que nada iba a suceder. Le era difícil acomodarse a los cuerpos femeninos o puede que no hubiera encontrado todavía al ideal. El caso es que Angel pareció recordar aquel problema de su anatomía demasiado tarde y la preocupación se mezcló con el placer en su rostro mientras poco a poco se introducía en el húmedo canal de Sybil, preparado para él, expectante. El interior de la mujer pareció latir alrededor de su miembro y lo recibió con amor y cariño. Angel se enderezó y echó la cabeza hacia atrás y dejó escapar un gemido largo y entrecortado, suficiente para demostrar cuan bien se sentía en el interior de Sybil. Una vez más, no pudo evitar pronunciar su nombre entrecortadamente.

Syb, eres… ah… Joder, se siente tan bien estar en tu interior…
Ángel
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Mensaje por Sybil Blackwood Dom Dic 11, 2022 9:39 pm

Volver a sentir el peso del más grande sobre su espalda la reconfortó, y el mero roce de sus anatomías le hizo morderse el labio inferior hasta casi hacerlo sangrar, no pudiendo reprimir moverse ligeramente contra él. Sabía que la estaba tentando, pero no es que estuviese siendo precisamente malo caer en aquella tentación. Su cuerpo se ladeó cuando tuvo el mentón del más alto cerca, dedicándole un pequeño beso allá donde alcanzó al estar sus labios demasiado lejanos en aquel momento mientras se concentraba en coger aquel paquetito que la hizo sonreír de nuevo. No es que ella no fuese a tomar sus propias medidas después, pero era toda una sorpresa encontrarse con un chico tan delicado.

A cada minuto, estaba segura de haber elegido bien a quien atraía hacia sus redes. Incluso cuando aquella pequeña jugarreta en su parte trasera le arrancó un gemido roto al no esperarse el contacto, haciendo que su interior se revelase y la apetencia entre sus piernas enviase punzadas como reclamo, necesitando una atención ya que no se le estaba dando. Oh, el chico modosito quería jugar. Sybil arqueó más la espalda y se preparó para darle una lección una vez estuviese en su interior, desplegando todos sus encantos y todos sus dones, y por ello abrió los ojos, sorprendida, cuando se vio manejada de aquella forma y de nuevo cara a cara con el chico moreno, que de pronto volvía a ser el joven grandote y tímido que había acorralado en el callejón.

—Eres un chico muy considerado, ¿verdad?— su mano se paseó por el amplio pecho ajeno, subiendo hasta sus hombros y sus omóplatos salpicados de tatuajes, terminando en su nuca, donde se afianzó para alzarse ligeramente y besar sus labios de nuevo mientras acomodaba su postura debajo de él, sus piernas flexionadas a los lados de su ancho cuerpo, las caderas ligeramente alzadas—. Pero la próxima vez, deja que sea yo la que te haga sentir el verdadero placer…

Sus manos siguieron hundiéndose en su pelo oscuro, sus dedos jugueteando con los rebeldes mechones conforme los labios y las caricias de Angel descendían por su pecho, arrancando a la vez rojizas marcas de ellos como suaves gemidos de sus labios que respondían a todos los estímulos que estaba sintiendo al mismo tiempo. Había visto la anatomía del chico antes incluso de sus avisos, y podía entender sus palabras, pero ella no era de las que se echaban atrás. No fue un camino de rosas como en otras muchas ocasiones, pero la espalda de Sybil se arqueó sobre el colchón y acogió a Angel en su interior con deseo, ambos henchidos de lujuria y demasiado hechizados del contrario como para tener cuidado. La capitana ignoró el dolor poe completo cuando comenzaron a invadirla olas de calor y placer que parecían mecerla al ritmo de las embestidas del hombre sobre él, cada vez más deseoso de llegar a un ritmo desenfrenado en el que a los minutos sus cuerpos ya estaban hundidos.

—Más, Angel…más—Sybil gimió, echando la cabeza hacia atrás y pasándose la lengua por los labios entreabiertos mientras sus caderas se encontraban una y otra vez con las de él. El calor se acumulaba en sus cuerpos, dentro y fuera, y si seguían con aquel frenesí, pronto podrían estar empezando de nuevo—. Te quiero dentro de mi toda la noche…

Entre los muslos de Sybil, dentro de ella desde su corazón hasta lo más hondo de su ser, parecían haberse extendido las hogueras ante las cuales cantaba hacía apenas unas horas.
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Mensaje por Ángel Mar Dic 13, 2022 9:31 pm

Angel crujió los dientes en el mismo momento en el que el cálido interior de Sybil le dio la bienvenida de forma húmeda y provocando que un corriente eléctrico de puro placer le recorriera de pies a cabeza. Los sonidos que surgieron de la garganta de Sybil no ayudaron tampoco a que se relajara y empezara a pensar con propiedad y contemplando el rostro de la mujer, perdido entre el sofoco y la satisfacción, Angel decidió que tenía que tomar alguna medida preventiva para evitar terminar allí mismo y quedar como un completo lerdo.

Adaptándose mejor al cuerpo de ella, aupó las piernas suaves de la mujer para colocarlas sobre sus muslos y dio una pequeña embestida rápida contra ella para acomodarla, atrayéndola hacia sí a la vez. Se inclinó entonces hacia delante para evitar contemplar su rostro —pese a que había sido él mismo quien le había pedido aquel pequeño favor a la mujer— y hundió su rostro en el cabello ondulado de ella, un gesto que inmediatamente hizo que sus fosas nasales se vieran colmadas por un aroma a flores silvestres que le provocó un pequeño gemido de sorpresa. Acomodado en el cuello de la mujer y repartiendo besos por su piel, consiguió tranquilizarse y suspiró, felicitándose a sí mismo por la hazaña. Fue entonces cuando, con las manos aferradas a su cadera, empezó a embestir en un vaivén tortuoso que provocó oleadas de placer tanto en ella como en él.

Combinó sus movimientos de cadera con besos suaves y húmedos que repartió por el cuello de ella, disfrutando enormemente cuando alguno de ellos conseguía arrancarle una expresión placentera a la mujer. Nunca hubiera creído que un sonido humano pudiera llegar a excitarle tanto. Aumentando el ritmo de las embestidas después de las palabras de Sybil, Angel empezó por fin a ser consciente de que ella no se rompería y de que él podía abrazarla tan fuerte como deseara, hasta conseguir que ella se fundiera en sus brazos. Decidido y con mayor confianza, finalmente echó la espalda hacia atrás y con ella su flequillo, que había empezado a caer sobre sus ojos en mitad del movimiento.

Aprovechándose de su altura, la contempló casi imponente y la visión que le regaló la mujer le envió una oleada de placer sin igual al miembro mediante el que sus cuerpos se estaban uniendo. Sybil parecía descompuesta y aun así parecía tenerlo todo bajo control. La rodeaba un aura sensual que iba acorde con el olor a flores que le impregnaba los cabellos y le contemplaba con los ojos vidriosos, perdidos en el placer. Su piel mostraba marcas húmedas que habían dejado en ella sus besos y su cuerpo se movía acorde a las embestidas a un ritmo intenso que parecía hacerla temblar. Tendida ante él, Angel creyó que se trataba de una Diosa en la tierra (y puede que a ese pensamiento ayudara la gran cantidad de alcohol que tenía en sangre).

Satisfecho, se relamió los labios y llevó sus manos al pecho de ella, acariciándoselos mientras recorría cuidadosamente con las yemas de sus dedos cada parte de su piel. Sus senos eran suaves y carnosos, tal y como los había imaginado. Ni siquiera cabían en sus anchas manos y Angel sintió que aquella realización era importante de algún modo. Mientras la acariciaba llevó sus manos a los hombros de ella y los aprovechó para aumentar un poco más la intensidad antes de bajar la cabeza y apoyarla contra el rostro de ella, a escasos centímetros. A esa distancia, ambos podían compartir el mismo aire.

Pronuncia mi nombre de nuevo —le pidió a base de gemidos—. Dilo de nuevo. Quiero que lo gastes y cuando ya no seas capaz de pronunciarlo, que sigas intentándolo. Sybil, eres tan hermosa. Te deseo tanto —le confesó, casi con dolor en la voz. Parecía desesperado pese a que la estaba poseyendo en aquel mismo momento, tal y como había soñado al verla en aquel callejón oscuro—. Eres una de las criaturas más bellas de este planeta. Necesito que lo sepas. Te haría tantas cosas de tener el tiempo para ello… Dime, ¿te gustaría? Incluso podría llevarte a algún lugar bajo la luna. Estoy seguro de que cuando la luz lunar baña tu piel te ves todavía más deliciosa…
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Mensaje por Sybil Blackwood Sáb Dic 17, 2022 4:25 pm

Desde el nido de placer, lujuria y cariño en el que se había convertido aquella habitación, Sybil se notaba caer más y más en un bucle sin final, una caída lenta en la que ya estaba perdida y apenas podía responder, y al mismo tiempo era más consciente de cada fibra de su ser. Era consciente del peso de Angel sobre ella, y de cómo la presionaba desde dentro y la llenaba por completo, cómo sus manos la recorrían como si quisieran recordar tu tacto para siempre, cómo parecía querer devorarla con los ojos y al mismo tiempo no se atrevía a observarla con detenimiento, como si sus ojos fuesen los de la mismísima Medusa, o los de una sirena que ya lo hubiese arrastrado al fondo del mar.

—Se siente tan bien, Angel…tan bien…—un gemido le obligó a romper sus ya jaleadas palabras cuando sus posturas cambiaron ligeramente, y ella misma arqueó su cuerpo de forma que sus caderas se levantaran ligeramente de la cama y quedaran más expuestas a él. Las embestidas del más alto fueron así incluso más profundas, cortándole la respiración con cada una de ellas—¡Oh! Libérate dentro de mi…no me dejes en toda…oh…toda la noche…

Alzó el cuerpo, arqueándose para recibir aún más intensamente cada movimiento ajeno, notando su piel encendiéndose bajo sus besos y notando en él su olor. Olía a sudor y a sexo, pero por encima de ello olía a una mezcla de estímulos que hicieron a la pelirroja sonreír. El alcohol de la noche, los restos del fuego de las hogueras, la sal del mar. De todo ello parecía estar impregnado Angel y Sybil podía notarlo, casi podía saborearlo y tocarlo, lo notaba dentro de ella y ahora sus olores estaban mezclados, no podían distinguirse el uno del otro. Extendió los brazos en la cama, por encima de su cabeza, enmarcando aún más su rostro y su cabello y dejando así más expuestos ambos pechos, que el moreno se estaba asegurando de atender como si fueran lo que lo mantenían unido a este mundo.

—Podrías hacerme arder solo con mirarme así…—murmuró, coqueta y divertida cerca del oído del chico cuando este se refugió en su cabello, acercando el rostro al suyo y deslizando los labios desde su mejilla hasta su mentón, repasando su marcada anatomía con pequeños besos y mordiscos— mientras te mueves dentro de mí…Hazlo, más fuerte, quiero notar cómo te desatas en mi interior…

Todas aquellas palabras eran fruto del momento, pues ambos sabían que Angel no iba a liberarse dentro de ella, la protección lo impediría, pero estaban tan hundidos en el placer que probablemente ni siquiera iban a notarlo, sus cuerpos sentirían que el uno se desharía con el otro, mezclados, sin límite entre uno y otro. El mero pensamiento lanzó a Sybil un espasmo por todo su cuerpo, y supo que estaba cerca, cuando su interior comenzó a arder más que nunca; sabiendo cuáles eran las señales, aprovechó la ocasión. Alzando ligeramente las piernas, apretó los muslos, y con ellos todo su interior, apretando con más intensidad que nunca al mayor en su interior cuando lo notó palpitar más aún que ella, mientras le dedicaba cada una de aquellas palabras que si fuese otro tipo de chica se habría ruborizado, pero ella no era así. Sybil sonrió y movió los muslos, uno contra otro, tensando por completo su interior mientras pronunciaba su nombre justo en el momento en el que se liberaba en su interior.

—Oh, Angel…
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Mensaje por Ángel Mar Dic 27, 2022 11:29 am

Con un gemido entrecortado y tal y como Sybil había anticipado que haría, Angel se dejó vaciar en el interior de Sybil, seguro de que después de la intensidad de la primera ronda, no iba a ser capaz de seguir si la noche se alargaba lo suficiente. Con un bajón de alcohol y cansancio considerables, salió del interior de su acompañante nocturna y se quitó el preservativo para tirarlo a la basura antes de contemplarla con toda la timidez que no había mantenido aquella noche. Al encontrarse con ella, la pasión había podido más que la vergüenza y al terminar, ambos roles se habían invertido. Preguntándose si Sybil habría disfrutado de aquello tanto como él, alargó la mano hacia su rostro sudoroso y apartó unos mechones rojizos de su frente, contemplando sus ojos cristalinos con cierto nerviosismo.

¿Te quedarás a pasar la noche? 一le preguntó, embargado de nuevo por aquella timidez que contrastaba con su gran cuerpo. Mientras esperaba la respuesta a su pregunta, recortó la distancia entre ambos rostros y la besó, en aquella ocasión castamente. No le fue posible dejarlo en aquel momento: los labios de ella le atrajeron como un oso a la miel y pronto se vio penetrando en su boca con su lengua debido a la invitación intrínseca de ella. Angel la besó con ganas, devorando su interior y saciándose de su saliva hasta que ambos tuvieron que parar para conseguir recuperar la respiración. En cuanto se separó de ella, Angel se tumbó a su lado y rodeó su cintura con su brazo一. Quédate 一insistió一. Al menos esta noche 一musitó, repentinamente cariñoso y como si estuviera ronroneando.

Acercó su rostro a la curvatura del hombro de ella y se escondió en aquella parte, acomodándose mientras su cuerpo se adaptaba al de ella y conseguía una postura adecuada y cómoda para ambos. Aunque no lo pareciera por su aspecto, a Angel le gustaba el cariño intrínseco después del acto carnal y aunque no quisiera demostrarlo, hizo lo posible por conseguir que ella permaneciera a su lado aquella noche, acariciándole el cabello, asegurándose de atraerla a su lado con caricias sobre su piel y palabras de necesidad. Por seguro, no sería el primero que iba a intentar atraer a Sybil a su lado de aquella manera, pero con un poco de suerte sí fuera a ser de los pocos que lo consiguiera. Al fin y al cabo, el alcohol presente en la sangre de ambos y el recuerdo de la fiesta de aquella noche seguía presente en sus mentes y uno lleva a cabo locuras en las ocasiones especiales.
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Mensaje por Sybil Blackwood Vie Ene 06, 2023 11:58 pm

A pesar de la protección que los separaba, pudo notar la calidez de Angel presionando contra su interior, intentando llenarla. Por un momento, Sybil pensó en que no le habría importado no tomar medidas al respecto y poder sentirlo en todo su esplendor, pero ya podía escuchar la voz de Achilles llamándola inconsciente, y lo que menos quería era pensar en Achilles cuando tenía entre los brazos (y las piernas) a un chico maravilloso. Echó la cabeza hacia atrás y disfrutó de la calidez, de la tensión de cada músculo del enorme cuerpo ajeno, de su fuerza y de su voz, ronca y grave que ahora gemía en un tono excitado y hundido en el placer. Ella misma llegó a su límite y sintió colores tras los párpados, como si aún siguiera en mitad de las hogueras y estas se hubiesen expandido por todo su cuerpo mientras caía en un agradable vacío. Tardó unos segundos en recuperarse, desde luego Angel era un amante fogoso, hacía mucho que no terminaba tan cansada a pesar de que no había pasado demasiado tiempo desde comenzaron. Hizo una mueca de dolor al notarlo salir de ella. El chico era grande, desde luego, pero había sido delicado y cariñoso, mucho más de lo que solía estar acostumbrada después de una noche de alcohol y desahogo.

Se dejó caer sobre la almohada, con los rojos cabellos desparramados sobre esta, enmarcándole el rostro y algunos humedecidos pegados a su frente, a sus labios o su cuello. Sabía que tenía el rostro encendido mientras intentaba recuperar una respiración normal, pero no le importó al girar el rostro hacia el chico, que comenzó a acariciarla y a mirarla como si fuese lo único en la habitación. Cuando menos quiso pensarlo, tenía sus labios contra los propios, y le fue imposible no devorarlos, beber de ellos y alimentarse, volcar en ese beso su último aliento ardiente de deseo. Succionó su lengua contra la propia, notando su sabor mientras sus cuerpos volvían a quedarse tan cercanos el uno del otro que sus temperaturas se sumaron, y por fin lo dejó ir, mirándolo y sonriendo ante sus labios hinchados, su mejillas sonrojadas y su rostro cansado pero de expresión cálida y tímida. No parecía el mismo chico que le había hecho todo lo que acababa de hacerle. Cuando le rodeó la cintura no se movió, pero tampoco apartó al moreno, y dejó que se acomodase con su cuerpo, moviendo una mano distraídamente para enterrar los dedos en su pelo oscuro como el fondo del mar, aunque de una forma mucho más dulce de lo que lo había estado haciendo toda la noche. No le hizo falta responder a su pregunta, simplemente ladeó el rostro y sonrió. Estaba allí, ¿verdad? Si no le apeteciese, si hubiese sido otra ocasión, u otro chico o chica, ya se habría marchado. Con discreción, se dio la vuelta sobre el colchón para quedar bocabajo, aprovechando para taparse con las sábanas, aunque solo hasta la cintura, sus curvas aún acentuándose incluso estando cubierta. Se echó la larga melena sobre un hombro y se apoyó en los codos para incorporarse ligeramente y así poder seguir mirándolo.

—¿Hasta cuándo piensas quedarte en el Anzuelo?— Sybil lo preguntó tras unos segundos de silencio observándose, y la expresión sorprendida de Angel la hizo reír. Probablemente no esperaba que lo calase tan rápido—. No te lo tomes como un apremio a irte, al revés. Pero conozco a la gente en cuanto ponen un pie aquí. El Anzuelo es un hogar para todo el que lo necesite, pero eso no significa que todos se queden para siempre…y tú no eres de los que echan raíces aquí.

Dejando que besara su cuello y besando sus labios con suavidad y brevedad, alargó de nuevo la mano hacia él cuando volvieron a estar tumbados, bajando los dedos en pequeños roces por su pecho, trabajado y musculado, hasta que la tinta de uno de sus tatuajes cerca del hombro se escondió bajo los dedos. Arqueó ligeramente las cejas y ladeó el rostro.

—Achilles puede mejorar este trabajo tan tosco…es el mejor del país en esto— alzó ligeramente el hombro para mostrarle a lo largo de este, y siguiendo por su brazo, un complejo pero elegante conjunto que mezclaba una rosa de los vientos, las mareas y una luna creciente, junto a otras marcas que representaban en realidad armas y brújulas—. Pero no le hables mucho de lo de hoy, o te hará pasar un rato muy incómodo.

Volviendo a soltar una coqueta risilla, la pelirroja se acurrucó como un animalillo, soltando un pequeño suspiro placentero al sentir cómo su cuerpo se acomodaba al de Angel y al colchón que acababa de presenciar tantas cosas.
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Mensaje por Ángel Dom Feb 05, 2023 12:46 pm

“¿Hasta cuándo piensas quedarte en el Anzuelo?”. Angel miró a Sybil con una ceja enarcada tras su pregunta y pese a que la mujer intentó explicarse seguidamente, el muchacho permaneció sumido en la expresión melancólica de a quien le han dedicado una pregunta trascendental. En silencio, escuchó las explicaciones de ella y sus comentarios y se descubrió preguntándose por qué de pronto la voz de Sybil le parecía aún más bonita que antes. Quizá por el tono ronco que permaneció en ella tras aquel acto. En cualquier caso, se refugió en su piel, en los besos que se concentraba en repartir sobre ella y en la calidez que el cuerpo de la mujer destilaba.

No tengo raíces que echar —le confesó finalmente cuando habían pasado ya algunos minutos desde aquella conversación. No quiso añadir el motivo por el cual se sentía una persona incapaz de echar raíces en ningún sitio y por algún motivo creyó que Sybil tampoco sería la persona adecuada para hablar sobre aquello. Al fin y al cabo, un ave enjaulada jamás contaba a aquellas que volaban libres los motivos de su encierro y los impedimentos de su libertad. Descendiendo la mirada fue consciente de que tampoco se sentía con fuerza de mencionar por qué sentía que alguien le hubiera amputado aquella capacidad de echar raíces desde muy pequeño—. Estoy sólo de paso. Creo que todos os habéis dado cuenta. No es que sea demasiado sútil acerca de ello… —mencionó, ciertamente afectado. Recordar el imperio de terror de su padre, la muerte de su madre y la desaparición de su hermana no contribuían a mejorarle el ánimo—. Hay un lugar al que tengo que regresar.

Angel agradeció que Sybil optara finalmente por cambiar de tema. Escuchó como ella añadía a la conversación el nombre de Achilles, alguien a quien Angel conocía únicamente por su nombre y no porque se hubiera encontrado con él previamente, y sonrió ante la mención de Sybil de lo que sucedería si él le contaba la noche que había tenido con la capitana.

¿Incómodo para quien? ¿Para ti o para mi? —le preguntó con guasa enarcando una ceja. Pese al buen humor que le había acompañado al decir aquello, Angel se encogió de hombros y se alejó de Sybil, dejando los cuerpos de ambos un poco más fríos que anteriormente. De pronto había perdido las ganas de estar allí. La conversación anterior le había dejado un poco indispuesto pero no quiso que Sybil creyera que había sido su culpa, por lo que suavizó su tono e intentó relajarse mientras se sentaba en el borde de la cama, dándole la espalda a ella—. Creo que necesito una ducha. Estoy un poco cansado también. Si quieres quedarte, adelante —le aseguró, guiñándole un ojo antes de levantarse y dirigirse al cuarto de baño. Esperaba que Sybil se hubiera dormido cuando regresara o al menos que su ausencia le otorgara la sensación de soledad y castigo que buscaba para consigo mismo por haber sido lo suficientemente cruel como para pedirle a ella que se quedara un poco más y luego alejarse como si la presencia de la fogosa fémina quemara.
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Mensaje por Sybil Blackwood Lun Abr 10, 2023 9:07 pm

Una pequeña sonrisa curiosa permaneció en los carnosos labios de Sybil mientras escuchaba a Angel contestar a su pregunta. Como pensaba, no se había equivocado. Cuando llevaba tantos años en el Anzuelo, viendo ir y venir a tantas personas, sabía cuáles eran más dadas a desaparecer antes, buscando allí tan solo una etapa de tranquilidad. Su ceño se tensó ligeramente al percibir el tono con el que el joven hablaba. Podía notar algo en su voz, no supo si identificarlo como nostalgia, tristeza, o quizás algo más profundo, algo que desde luego no sacabas con una chica con la que habías compartido una noche de desfogue.

—Yo…creo que todo el mundo tiene raíces. Solo que, a veces, no las echas en un lugar. Puede que sea en varios. O incluso tus raíces pueden apegarse a una persona. A un sentimiento, o a una promesa. Y a veces…— sus dedos distraídos trazaron un dibujo en la piel tostada del chico, uno que simulaba cómo se dibujaban las corrientes marinas y de nubes en los mapas— a veces, apegamos nuestras raíces a algo que, con los años, vemos que no es lo nuestro. Quizás sientes que no tienes raíces que echar, porque las tuyas aún están atadas a algo.

Alzó ligeramente las cejas con aquella expresión curiosa,  pero cambiaron rápido de tema hacia los tatuajes. No le apetecía que Angel sintiera aquello como una emboscada o un interrogatorio. Le fue imposible no reír ante aquella pregunta, fingiendo después que se lo pensaba, llevándose incluso un dedo a los labios.

—Para ti, para él…a mí no me daría ninguna vergüenza hablarle de esto. Y él lo sabe, por eso me teme. Dice que soy una desvergonzada—, con aquello último alzó las cejas, como dramatizando la frase, y dando un último beso en el musculoso hombro del contrario antes de que este se apartase, levantándose con una repentina incomodidad. Sin duda, la conversación con Sybil lo había afectado más de lo que ella había creído. De saberlo, no lo habría mencionado. Se limitó a asentir con la cabeza ante sus palabras. En otra ocasión, probablemente lo hubiese seguido hasta la ducha. En esa ocasión, percibió que el chico necesitaba estar a solas un rato, pero al mismo tiempo se rindió ante el sueño que pesaba en sus párpados, así que se acurrucó en la cama, apenas un momento. Para cuando abrió los ojos, Angel volvía a estar en la habitación. Como Dios lo trajo al mundo de no ser por los pantalones de lino oscuros que le caían de una forma deliciosa sobre las caderas. Desde luego, ni las sirenas y las criaturas que se tallaban en los barcos del anzuelo estaban hechos con tan buena mano. Sybil se desperezó y se frotó los ojos, incorporándose en la cama hasta quedar sentada, tapada con la sábana atrapada en el pecho, bajo sus mullidos brazos.

—Siento si he dicho algo inoportuno antes; pero, ¿sabes? ocurra lo que ocurra en tu pasado o en tu futuro, el Anzuelo es un buen sitio para pasar el tiempo que necesites. No me importará en absoluto verte por los muelles a menudo…—se echó el largo y espeso pelo sobre un hombro, alzando después los ojos hacia él, bajando los pies de la cama, dejándolos al borde, con intención de levantarse—. Te dejaré solo si es lo que necesitas, Si no nos vemos mañana durante el trabajo…en fin, puedes avisarme alguna noche que esté disponible. Ahora ya sé cuál es tu habitación.

Le dedicó una coqueta sonrisa y una caída de pestañas, y se levantó despacio, comenzando a vestirse. Tan solo le faltaba calzarse y…algo más. Buscó por los alrededores y se rió por lo bajo con una expresión entre rendida y divertida.

—Está bien, ¿hasta dónde has lanzado mi corsé, marinero?
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